La cuestión de la lírica es, se sabe, al menos desde Petrarca, la cuestión del sujeto. Y la cuestión del sujeto es también la causa perdida de las mujeres ante el lenguaje. Por eso sí, como ha afirmado Walter Mignolo, en la lírica de vanguardia el poeta se volatiliza en tanto hombre y queda convertido en una pura voz que sostiene las palabras en el aire, en la escritura poética de algunas mujeres incluso la voz pierde su unidad y se vuelve protagonista de una disolución que se inscribe en el acto de enunciación. En la escritura de Delfina Muschietti la voz misma está quebrada, desdoblada, desleída. Como Delfina no abandona en este, su segundo libro de poemas, la estela de los desplazamientos de Gradiva que la habían guiado en el texto anterior, los pasos de Zoe marcan, leves e indelebles al mismo tiempo, los itinerarios del sueño, desde la pesadilla sonámbula contada por la voz de la madre hasta “el perfecto cielo de la infancia”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)