Se oye decir que la crítica genética, por obra del procesamiento electrónico de la letra, ha quedado convertida en un artefacto vetusto. Tal vez sea cierto, si se cree que la conservación consiste en apilar archivos donde nada se descarte, pero no es menos cierto que apenas comienza la conservación ya está royendo el olvido. Probablemente la memoria tenga algo de determinista, y el olvido participe en las zozobras del azar (o viceversa); en todo caso, la crítica genética apuesta a los intersticios que el azar y la necesidad le libran. Se alboroza cuando algo queda, cuando algo se rescata; y, por el contrario, no puede sino lamentarse, hacer el duelo de aquel olvido que, paradójicamente, le otorga existencia. Como ocurre con la literatura, a la que mira desde muy cerca y desde muy temprano, a riesgo de perder las perspectivas.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)