Desde inicios de los noventa asistimos en las universidades argentinas a una serie de debates y de definiciones concretas acerca de los desafíos y tendencias que el contexto actual plantea a las instituciones de educación superior en general, tanto en nuestro país como así también en la región y en el mundo. Diversos autores (Tiramonti -1993-, Mollis - 1993-, Krotsch -1994-, García De Fanelli A.M.
-2000-) señalan entre algunos de los rasgos principales de estas transformaciones:
•una multiplicación y diversificación de las instituciones, destacándose una importante diferenciación institucional de los tipos y características de las mismas •una considerable expansión cuantitativa de las matrículas
•la progresiva ampliación del sector privado en el nivel
•mayores restricciones en las inversiones estatales en educación con la consecuente aparición de nuevas formas de financiamiento de la educación superior
•el incremento de la inversión del sector privado en diferentes áreas
•el desarrollo de diversos espacios de coordinación entre instituciones del sistema
•la inclusión de políticas y estrategias oficiales de evaluación de la calidad académica del sistema de educación superior
•la intervención cada vez mayor de las agencias internacionales en la definición de políticas conjuntamente con los organismos decisores de los sectores gubernamentales.
Frente a este panorama, las universidades, los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil en general han ido planteando diferencialmente estrategias de diverso tipo que han ido configurando algunas transformaciones progresivas en el sistema de educación superior, no sin generar importantes conflictos institucionales y sectoriales aun en debate.