La valoración de lo nuevo y la legitimidad que ello otorga a cualquier práctica y producto cultural es bien conocida por todo campo disciplinar. Por sobre ello, las ciencias sociales –la práctica académica, más específicamente- aboga por una constante producción de saberes que, paradójicamente, suele ser más cuantitativa que cualitativa. En este sentido, un intelectual formado en el campo de las letras muestra que la historia de lo nuevo no se reduce a rupturas e innovaciones. Por el contrario, está compuesta de continuidades, tensiones y readaptaciones que pueden –y deben- ser vistas en el nivel cualitativo y en un marco de largo plazo.