Nuestros viticultores se han encaprichado en asemejar la peronóspora á la vieja enfermedad del odio (vulgarmente llamada criptógama de la vid).
Tal error es grave por sus perjudiciales consecuencias; esto es: pérdida de producto, deterioramiento de la vid y mayores gastos. Busquemos de aclarar tal equivocación.
La enfermedad del oidio es causada por un hongo casi invisible:
se desarrolla á modo de telaraña en la faz superior de la hoja; los hilos se arrastran sobre la hoja, y de trecho en trecho emiten como pequeñas raicillas que se internan en el tejido de la hoja para absorber el jugo. Es, pues, un parásito que vive exteriormente. Para nuestra felicidad, el azufre destruye todos esos hilos del hongo: son suficientes dos horas de sol para que las hojas queden libres.
La perosnópora se desarrolla de otra manera.
Los gérmenes de este parásito transportados por el viento caen por todas partes, pero alguno de estos precisamente sobre la parte superior de las hojas de las vides. Estas simientes (esporas) germinan; y así como vemos internarse en la tierra la raíz de un poroto, así todo el parásito se introduce en el tejido de la hoja, se adapta y se desarrolla, extrayendo los alimentos. Y cuando se ha desarrollado bien, debiendo producir sus gérmenes, emite un conjunto de filamentos blancos, los cuales aparecen en la faz inferior de la hoja; estos hilos llevan en la punta las esporas: se ven entonces aquellos copetitos blancos, desgraciadamente, muy conocidos.