Alguna vez se dijo que el kirchnerismo era una anomalía histórica (Foster, 2013). Si el sentido de anomalía, tal como lo define la Real Academia, supone en primer lugar una desviación o discrepancia de una regla o de un uso, podría decirse entonces que no sólo el kirchnerismo sino el peronismo en su conjunto representa una anomalía de ese tipo. Desde esa perspectiva, cada una de sus etapas, o de sus realizaciones históricas, pueden concebirse como anomalías respecto de los usos y reglas que determinan, a lo largo del siglo veinte y del actual, lo que el sentido común dominante considera normal para la sociedad argentina. Tal vez la única de esas realizaciones o etapas que resistiría esa calificación sea el menemismo, pero su percepción como no-anómalo en el plano económico no impide que se lo considere anómalo en muchos otros sentidos (cultural, social, sindical, e incluso político).