¿Se puede narrar la desolación, la imposibilidad de la revolución? Este interrogante sobrevuela la última novela de Andrés Rivera; quien ya ha intentado —con señalado éxito— narrar otras desdichas: la ausencia, el silencio y el ocultamiento forzados del Dr. Cufré (En esta dulce tierra, 1984); los sueños aplastados y postergados de Juan José Castelli (La revolución es un sueño eterno, 1992). En El farmer, la voz de un Rosas exiliado en su farm británico en 1871, nos acerca, a través de un monólogo inquietante y rencoroso, algunos momentos de su pasado glorioso y de su presente de pobreza y soledad; aunque también apelará a un futuro que lo tuviere como protagonista: “Los argentinos darán mi nombre a su destino”.