“No puedo dejar de leer con rabia” dice José Antonio Ponte dejando en claro su singular parentesco con Arlt. Leer con rabia: la literatura vuelta un “juguete rabioso”, un golpe certero, fuerte, enérgico, calculado y estratégico en manos de quien intenta devolverla a su natural ámbito político. Una escritura rabiosa, una escritura colérica porque en el desarrollo de su posición crítica necesita abandonar (y desarmar) el coto inocente que le había sido destinado por la implementación del Estado castrista, y repreguntar por sus efectos en la sociedad.