La noche del 15 de marzo de este año, el presidente de lxs argentinxs anunciaba en una conferencia de prensa la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles educativos y cuatro días después, decretaba el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), como principal medida precautoria ante la pandemia del COVID 19. Durante esa semana, muchísimas actividades comenzaron a detenerse, sin embargo, una decisión era clara, las clases debían continuar. Directivos, docentes, coordinadorxs de todas las instituciones educativas formales debieron comenzar a pensar de un día para el otro planes de continuidad pedagógica. Realizar sondeos para conocer la situación de sus estudiantes, mudar sus vías de comunicación habituales a un plano completamente virtual. Videollamadas, teleconferencias, soportes que hasta ese entonces eran completamente desconocidos se volvieron parte de su (y nuestra) cotidianeidad. Había que comenzar (o continuar) las clases mediante medios virtuales ¿cómo se hacía? nadie sabía. Aulas virtuales, grupos en redes sociales. Multiplicar las vías para poder llegar a todes. Aprender a un tiempo acelerado otros modos de enseñar.