A partir de los aportes de la lectura arendtiana del Juicio estético-político, voy a sostener que para explorar la potencia política de la enseñanza de la filosofía será preciso reconsiderar a la filosofía como una actividad no sólo vinculada al pensamiento, sino también al Juicio como capacidad constructiva. De este modo, la preponderancia de la puesta en acto de la articulación entre pensar y juzgar, conlleva no solo una reconfiguración de los lazos entre estas actividades del espíritu, sino fundamentalmente busca desactivar la desvinculación tradicional de ellas respecto de la vida activa, en otros términos, del ámbito referido al mundo compartido de los asuntos humanos.
Mi apuesta consiste en reivindicar la potencialidad política de la enseñanza de la filosofía en las instituciones educativas. Así, invirtiendo la fórmula arendtiana, me interesa mirar la filosofía con ojos enturbiados por la política1 , para explorar otro modo de relación entre el pensar y el mundo común, que permita acoger las características de este último: contingencia, pluralidad, provisionalidad, imprevisibilidad.