Las teorías de crecimiento guardan una relación muy particular con la salud, que se refleja en el papel que cumple la misma en la definición de los problemas y determinantes del crecimiento económico de los países. En este sentido en América Latina luego de haber tenido durante más de diez años el predominio de un enfoque ortodoxo para enfrentar el problema de desarrollo, las evidencias parecieran mostrar el fracaso y la limitación del mismo para dar una respuesta superadora de lo cuantitativo.
Los organismos internacionales de crédito, pero también los centros académicos y los círculos políticos del continente, comienzan a mirar los modelos de crecimiento endógeno que parecen responder de una manera más integral las deficiencias del modelo ortodoxo, donde era evidente su falta de sintonía con lo institucional y con la problemática social de la inequidad y la exclusión.
En el marco de las nuevas teorías la salud y la nutrición juegan un papel clave para igualar oportunidades, y en definitiva tender a generar las condiciones básicas para el desarrollo del instrumento dinámico del desarrollo endógeno, que son las innovaciones y la tecnología. Esta nueva mirada sobre la salud adquiere entonces un papel clave en la nueva inversión, en tanto se oriente a ampliar y mejorar la salud de la población, pero sin dar patente de corso para requerir incrementos del financiamiento de la salud, o para seguir sosteniendo un modelo prestador de servicios de salud sesgado y excluyente, con escasa o nula efectividad en términos de mejoras en la salud de la población en general.