Aquí, con el acto inaugural del Quinto Congreso Argentino de Antropología Social, estamos conmemorando un evento académico más de la Antropología Social.
No hace mucho tiempo se inició esta serie de congresos, en los albores de la restauración democrática. Para nosotros, los que nos reconocemos como Antropólogos Sociales y como tales somos reconocidos por los otros profesionales, este acto es un festejo. Una fiesta en la cual quiero realzar la importancia de lo que hacemos y señalar que estamos en pleno proceso de consolidación de la disciplina. Quiero poner en foco algunos aspectos básicos de aquello que somos, de aquello que constituye nuestra identidad. Un festejo que, como tal, comporta un sentimiento, se trata de una historia vivida, sentida con alegría y a la vez con el recuerdo hondo de los jóvenes que murieron hace veinte años en un período que escinde y fragmenta nuestra corta historia disciplinaria. El eco de su existencia forma parte ineludible de nuestra tradición académica.
Festejar una tradición es, para nosotros, rememorar un pasado y la voluntad de cimentar la historia del presente proyectada hacia el futuro.