Hacia fines del SXIX, los ingleses protagonizaron la etapa de expansión colonial denominada “Imperialismo”, como indica Hobsbawn, “una tercera parte del globo era británica en un sentido económico y, desde luego, cultural.” (Hobsbawn, 1990) Esto determina grandes cambios en la producción y difusión de la cultura. Se produce así, la ruptura de la idea de “totalidad” y tanto la fragmentación del mundo como de la conciencia individual, choca con el proceso de racionalización en todos los ámbitos sociales. Conrad, por sus orígenes y su carrera como marino mercante, se transforma en testigo privilegiado de esta experiencia de la Modernidad, su obra expone las contradicciones producidas por el mundo europeo “civilizado” con su forma de conquista basada en la implantación del sistema de mercado al “primitivo” mundo de las colonias. En Lord Jim, lleva a Marlow al límite del narrador que desde la racionalidad imperial, da cuenta de la experiencia de la otredad. Exiliado de su patria y extraño en la lengua de su escritura, Conrad descentra la narración victoriana, construyendo un dispositivo que conjuga los mecanismos internos del relato con aspectos materiales externos, alcanzando nuevos espacios de significación