Cuando el coronel Francisco Ortiz de Ocampo ocupó el gobierno de Córdoba la política nacional está sufriendo la presión de dos bandos definidos en su orientación y en sus fines y que la han dividido verticalmente en sus sentimientos. Por un sector, los que insisten en formar una línea de acción autonomista, que haga valer los derechos de los pueblos del interior en grado de igualdad con los de Buenos Aires, y en el otro, el centralismo, que ha venido manejando desde mayo de 1810 a las provincias, aún con la participación de sus representantes en los cuerpos colegiados que han actuado. El proceso alcanza un grado muy singular, cuando la Asamblea Soberana de 1813 rechaza los diputados enviados por la Banda Oriental, con el pretexto decisivo de estar influenciados por el general Artigas. En la evolución política que se opera en nuestro país, las ideas federalistas, en las que se concentran con el andar de los años las formulaciones límpidas de algunos pueblos de tierra adentro, como los resentimientos penumbrosos, avanzan prestamente. El coronel José Javier Díaz está ganado por ellas. Hay razones de índole geográfica, de aptitud para el mando, y hasta de orden familiar, para que aquella definición sea categórica en su espíritu. Ha mirado siempre con recelo a los hombres de Buenos Aires. A medida que su prestigio se afirma y crece, se siente con mayor vehemencia para enfrentarlos. Sólo hará falta la oportunidad propicia. Ella llegará en 1815.