2018, Busqued dibuja en Magnetizado ciertas líneas anómalas sobre las últimas décadas de la historia argentina. Su trazo no es continuo ni uniforme, digamos mejor que sugiere posibles constelaciones sin apartarse de la palabra de su entrevistado. Lo hace, es muy importante destacarlo, respetando la voz de un sujeto que pertenece a una porción del mundo que no escuchamos, que no sabemos, que solemos suponer o nombrar con nuestras propias palabras, engañosamente bienintencionadas. Lo hace haciéndose a sí mismo parcialmente a un lado, para que podamos acceder a los propios términos del sujeto y a la lógica de un relato personal que deviene de una experiencia intransferible, cuya complejidad y espesor se perfilan y se auscultan en la palabra de Melogno y en los cautelas de Busqued. No hay aquí explicaciones científicas suficientes, reconstrucciones acabadas, revelaciones esclarecedoras; no hay tampoco lugar para la fascinación por el caso y para esas maniobras de dudosa identificación con la violencia y la extrañeza ante lo que el otro ha hecho. Hay, sí, sin embargo, una extraña transparencia que se cimenta en un diálogo que deja ver un vínculo de confianza en la palabra y en la escucha del otro que remite en parte a la posición de un analista, pero que se detiene en el umbral de la propia ignorancia del escritor ante aquello que le trae el sujeto y que no se puede terminar de nombrar con diagnósticos o formulaciones clínicas. En ese punto delicado en el que el escritor compone y define su propio límite de saber, que adquiere en el libro la forma de un respeto dedicado y atento, se oye algo que sólo el otro puede sugerir y que se extiende a lo largo del tiempo como una sombra que alcanza aún la oscuridad de sus motivos criminales y que los relanza sobre el mundo mientras los extiende a lo largo del tiempo. ¿De dónde proviene y hacia qué se dirige esta violencia, la propia y las que me han aplicado a lo largo de tantos años?