Interesada especialmente por aquello que se decía de Joker, posponiendo entonces mi escritura, los dispositivos móviles lo detectaron y empezaron a llover notificaciones y alertas, tráiler y video ensayos, interpretaciones de todos los colores (sociológicas, psicológicas, criminalísticas, extra criminalísticas, psicoanalíticas, textualistas, inter y extra textualistas, cinéfilas, inter y extra cinéfilas, etc. etc., de todo), anuncios de precuelas, secuelas y lo que cada uno quiera, desee, proyecte y necesite.
Fue allí, entonces, cuando sentí fuertemente que había visto otra película. Más allá de comprender los ángulos interpretativos y a la carta que se me ofrecían, ninguno aludía a lo que yo había visto. Seguramente el ojo crítico entrenado a ver la quinta pata al gato hizo lo suyo. Pero esta vez había algo más que crítica en lo que pensaba y sigo pensando y es, más bien, algo que pasa por el cuerpo y no por las operaciones razonables de la crítica. Esto hace que intente volver sobre los pasos para reconstruir ese momento en el que miré la película sin poder tomar notas, sin escribir, y salí del cine cegada por lo que se estaba escribiendo en mi cabeza acerca de la historia de ese pobre hombre-síntesis de una sociedad que, sin pausa y no tan lentamente como habría de pensarse, camina hacia un destino similar. El punto de disidencias será cuál es ese destino.