El nervio óptico es un libro con el que me topé cuando buscaba alguno para regalarme. Lo primero que me atrajo fue su título y la imagen de su tapa que propone un juego entre forma y contenido. Se trata de la silueta de una mujer en cuclillas cuyo interior contiene un detalle del cuadro de Alfred De Dreux “Caza del ciervo”. Vi primero a la mujer y luego al ciervo, aunque ahora sea al revés cuando lo miro. Claro que, como en toda articulación visual, importa la distancia y el lugar en que nos ponemos para verlo. Me causó curiosidad el título, ¿en la rudeza de la nomenclatura médica se trataría de poder ver y transportar información sobre qué? Y se sumó el hecho de que fuera la primera novela de una autora argentina y contemporánea. Me intriga ver cuán contemporánea soy de mis contemporáneos. Cabe aclarar que se trata de la tercera edición de un libro que apareció en octubre de 2017.
No conozco los cánones requeridos para nombrar a un libro como novela, pero no es lo que llamaría una novela clásica, se trata de una colección de once cuentos que tienen como protagonista –y vuelvo a tener el problema de forma y contenido- a la autora y/o a un cuadro o pintor. Elijo decirles que es una novela autobiográfica, pero es un exceso dicho así.
Entonces, once capítulos que funcionan independientemente unos de otros, a modo de cuentos breves, donde un cuadro lleva a un momento de su vida y viceversa, y mientras los recorremos vislumbramos, por instantes y con el rabillo del ojo, qué cosa se tramita en esta historia. “Uno escribe algo para contar otra cosa”, dice, y logra plenamente su atractivo literario.