Uno de los objetivos en la producción de los cultivos es la obtención de altos rendimientos unitarios. En el trigo este objetivo se ha cumplimentado, parcialmente, con la incorporación de cultivares de germoplasma mexicano (Hanson et al., 1985), con una mayor eficiencia en la partición de la materia seca (Austin et al., 1980; Bhatia y Mitra, 1982). En la Argentina, la incorporación de éste germoplasma en los cultivares comerciales trajo aparejado, en algunos casos, una disminución en el porcentaje de proteínas del grano (Tombetta et al., 1983). Una de las razones que determinan éste tipo de comportamiento es el mayor requerimiento de nutrientes que poseen estos cultivares con alto potencial de rendimientos (Bhatiay Mitra, 1982). De todos modos, se ha demostrado que no siempre la aplicación de fertilizantes a la siembra incrementa el porcentaje de proteínas en el grano, particularmente en el caso del nitrógeno (Tombetta et al., 1983; Sarandón y Caldíz, 1987). Es por eso que se han desarrollado técnicas de fertilización tardía, de manera tal que el nitrógeno se encuentre disponible para el cultivo durante el período crítico del llenado del grano (Sadaphal y Das, 1966).