Durante las últimas décadas del siglo XIX, la modernización de nuestro país pasó a involucrar decisivamente la organización de las instituciones políticas, sociales y culturales requeridas para que una nación fuera “avanzada”, de acuerdo a los cánones universalizados durante lo que Hobsbawm ha llamado la “era del imperio”. Esta tarea que una elite de liberales positivistas llevó a cabo siguiendo los lineamientos de un esquema evolutivo, que identificaba “barbarie”, “civilización” y el movimiento que linealmente y a través de la ciencia permitía “avanzar”, pasar de un estadio primitivo a otro más desarrollado, tuvo entre sus más relevantes manifestaciones físicas a la fundación de La Plata, en 1882, cuya rápida configuración material, fue representativa de la velocidad con que la tradición hispana e indígena buscaba ser definitivamente sepultada en la alberdiana “República posible”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)