Muy pocos son los que se detienen a considerar la procedencia de la mayor parte de sus conocimientos.
En realidad, poseemos un caudal inapreciable de nociones cuyo origen desconocemos a menudo, que si nos detuviéramos a pensar sabre elIas, concluiríamos por sorprendernos. Pero nuestra admiración subiría de punta cuando entráramos a reconocer que la mayoria de esos conocimientos, los más difíciles tal vez, los hemos adquirido par medio de la educación escolar.
Para comprobar nuestra aseveración basta un momento de reflexión sobre la procedencia de un conjunto de enseñanzas, que todo hombre posee sin haberla adquirido en la escuela. Solo cuando observamos las dificultades de la trasmisión de esos mismos conocimientos por medio de la educación sistemática, nos formamos la idea precisa de su valor.