Un niño de tez broncínea y cuerpo enjuto, de cabeza grande, tipo mesocefálico andino con frente despejada y abundante pelo hirsuto, de ojos pequeños pero vivaces, nariz aguileña, labios delgados y mentón pronunciado y altivo —rasgos que delatan su origen de auténtico peruano o indio—, fue escogido por su padre, en 1893, para ser enviado a Lima, con el fin de nutrirse con los conocimientos de la civilización moderna. Ese niño, oriundo de Huarochirí, que a la sazón contaba trece años de edad, se llamaba Julio César Tello Rojas.