Iba a eludir lo convenido y dirigirme a “mi estimado doctor Sbarra”, pero me tienta la esperanza de que esta comunicación alcance la realidad que invoca: quizá amigos míos lean estas noticias de mi estadía en Madrid y las confirmen en su destino; si eso ocurre, mi carta de becario habrá evitado el riesgo de ser literatura (discurso entre un hablante imaginario v un oyente ficticio). Escribir esta carta me coloca en el extremo de la comunicación en el que aquí y ahora significan Madrid en los primeros días de mil novecientos sesenta y cinco. En este ahora que pronto será entonces, va no puedo sentirme becario ni en España. Escribo desde el tiempo o tierra de nadie que es la situación de quien se prepara a viajar.