Más de ciento cincuenta reportajes, notas y estudios —incluso alguno de considerable envergadura— atestiguan el creciente prestigio de Benito Lynch, sobre todo cuando se considera que la tercera parte de ellos han aparecido durante los pocos años transcurridos desde su muerte. Curioso es notar, sin embargo, que en ninguno se hace alusión al pseudónimo utilizado por el insigne novelista platense. Tampoco figuran en las bibliografías existentes los títulos de escritos suyos que llevan tal firma. Puesto que la valoración definitiva de su obra supone el conocimiento de su creación entera, nos parece apropiado comentar brevemente este aspecto, al parecer desconocido, de su trayectoria literaria.
Al confeccionar su nom de plume el joven se sirvió de procedimientos comunes en el mundo de las letras. El producto, “E. Thynón Lebic”, resulta ser una anagrama de las letras contenidas en su nombre. Para descifrarla, sin embargo, importa saber que las letras integrantes no son las de la firma usada por Lynch en sus demás escritos. Las normas sobrias de su proceder dictaban que firmara sencilla e invariablemente “Benito Lynch”, sin rúbricas ni floreos, de tal forma que a primera vista parece sobrar en la anagrama una “e” mayúscula.