Un libro de memorias se estructura sobre una serie de tópicos ya prefijados por el genero y -por lo mismo- esperados por el lector: la saga de los orígenes, la novela familiar, el espacio geográfico donde se inserta la biografía, los acontecimientos que deciden y orientan una vocación. Dentro de este repertorio definido, exigido por el género, el lector busca la originalidad con que estos -y otros- tópicos son actualizados desde la perspectiva de cada autor. En la obra de Onega dos aspectos resultan particularmente destacables: la capacidad para entretejer los acontecimientos de la historia privada con la Historia de un país en crisis; y la capacidad para reconstruir ese pasado mediante un lenguaje que modula múltiples registros -el humor, la ironía, el tono reflexivo, la emoción- a la vez que se convierte en instrumento para dejar escuchar las voces de los otros