Cuando Aristóteles considera en el capítulo noveno de la Poética, «La poesía es más filosofía que la historia», las funciones inherentes a poetas e historiadores, al tiempo que normatiza los rasgos particulares de ambos géneros y sus formas de escritura (no asimilables a un único paradigma literario), sienta las bases de las primeras delimitaciones del campo de ambas disciplinas, con aciertos y errores teóricos que se trasladarán sin mayores modificaciones hasta promediar el siglo XIX.