H ace 250 años, el 28 de junio de 1712, nacía Juan Jacobo Rousseau. También este año se cumple el bicentenario de dos de sus obras más famosas: El Contrato Social, de vasta repercusión en el mundo de las ideas políticas; y Emilio o sobre la Educación, de fundamental importancia para la pedagogía moderna. Tantas circunstancias propicias, invitan a evocar su vida y su obra, a examinar su proyección universal y perenne.
Hoy celebramos el nacimiento de Rousseau como un fausto acontecimiento. Sin embargo. . . ¡con cuánto dolor inició su existencia! ¿Acaso hay dolor más grande que el dolor del más pequeño, del niño que al nacer pierde para siempre a su madre llevada por la muerte inexorable? Porque lo cierto es que Susana Bernard generosamente pagaba con su vida la de su hijo, que a su vez a duras penar lograba, enfermizo, sobrevivir. Como si ello fuera poco, años después, todavía en plena infancia —tenía diez años— perdía a su padre, Isaac Rousseau —un hombre bastante raro y tal vez excéntrico— que se decidía precipitadamente a expatriarse antes de cumplir una condena que consideraba injusta.