Es habitual presentar la labor de los periódicos españoles a partir de la nueva Ley de Prensa e Imprenta de 1966 como el inicio de la transición democrática en la prensa o, si se quiere, como una especie de “pretransición”. De hecho, entre 1966 y la muerte de Franco en noviembre de 1975, los márgenes de libertad de expresión escrita se ensancharon -a pesar de evidentes dificultades y cortapisas- de forma notable, sobre todo si lo comparamos con la cerrazón anterior.