Los de mi generación, que nacimos y vivimos durante la Guerra Fría, pensábamos que ésta nunca terminaría -a pesar de la distensión de los setenta, que fue percibida en su momento como una tentativa de cambio de orden-.
Sin embargo, casi sin darnos cuenta, llegó Gorbachov, Helsinki, la caída del Muro, la disolución de la URSS y el fin de la Guerra Fría, junto a la esperanza de un nuevo orden, más democrático y equitativo, sobre la base de una hegemonía norteamericana benévola.
Pero de las certezas de las reglas de juego a las que nos habíamos acostumbrado, entramos a las incertezas y a una larga transición que llega hasta el presente (recordemos que la anterior se extendió entre las dos guerras mundiales). Por ello es válido hacer un breve racconto sobre la evolución del sistema en las últimas décadas para entender dónde estamos, posicionar a nuestra región y visualizar las posibilidades de ampliar los márgenes de autonomía en aras de una mejor inserción internacional a través de la Cooperación Sur-Sur.