En el viaje realizado durante el mes de febrero de 1944, en compañía del doctor Max Birabén, a la Quebrada de Humahuaca, hemos llevado a cabo la más prolija búsqueda de moluscos, siendo nuestro propósito informarnos sobre la propagación de las formas fluviátiles y terrestres a lo largo de la misma. Debemos destacar que ésta quebrada, abierta al curso del Río Grande de Jujuy, ofrece al biólogo una sucesión de ambientes que raramente suelen darse y la oportunidad de recoger datos preciosos sobre cuestiones que, como la mencionada, se relacionan o dependen de aquéllas. Interesa señalar por ello, las características fisiográficas de la Quebrada, a las que se ajusta su vegetación y de donde resultan las circunstancias ambientales que condicionan la vida animal. Abierta de sur a norte, se inicia en la zona del bosque subtropical jujeño y a algunos centenares de metros de altitud y desde allí el piso del valle sube gradualmente hasta sobrepasar los tres mil metros de altitud, al llegar al altiplano. En su recorrido de muchos kilómetros, el valle se encajona por trechos quedando amurallado por cordones serranos de pendientes abruptas que lo aislan del contorno y le otorgan características propias. La vegetación, lujuriosa hasta Yala y León, pierde ese carácter al adentrarse en la Quebrada; se ralean los árboles y termina el monte, luce por un trecho el verdor de los gramillales hasta que los cardones se enseñorean en los despeñaderos y presiden los panoramas ásperos de tierras desnudas. Pero en los faldeos y quebraditas los manantiales conservan islotes de vegetación, que marcan los sitios con permanente humedad y en los bajos ribereños de los ensanches del valle donde el cauce se explaya, prosperan pequeñas quintas y otros cultivos, como se ven en Tilcara y Humahuaca. Es que en el desarrollo de esta vía natural hay una gran variedad de ambientes a los que deben acomodarse las formas vivas.