En busca del tiempo perdido es una obra catedral, en ella se sintetizan variadas expresiones estéticas que hacen de la misma un gran monumento que persiste en el tiempo. En busca del tiempo perdido es una obra sin fin (Melamed, 2000, p. 1), repleta de símiles, metáforas, comparaciones, alusiones y citas, la novela deviene en un palimpsesto que puede ser recorrido de diferentes maneras y en donde nos tropezamos con diversos mundos: música, artes plásticas, teatro, religión, ciencia, filosofía, con los cuales las historias se continúan, se ramifican, se complejizan y hallan nuevos sentidos que muchas veces quedan ocultos en una primera lectura superficial. En busca del tiempo perdido es también una obra sobre los espacios, de modo que “los principales temas de la novela como la identidad, la subjetividad y el arte, guardan relación con la configuración de distintos espacios como el cuerpo, los paisajes, las ciudades, los espacios del arte y los cuartos” (Melamed, 2002). De estos lugares nos centraremos en el análisis de las habitaciones, debido a que, estas no aparecen como un simple espacio más dentro de la novela, sino que acarrean un abanico de imágenes y símbolos que dan forma a los temas y a los personajes de la obra proustiana.