De la cantera de la experiencia — vida, sociedad, historia — extraen sus materiales el artista y el historiador. Es indiferente que el arte se conciba como imitación, expresión o creación, y que la obra engendrada por el artista sea nueva con relación a los objetos que lo circundan y a las ideas y sentimientos que se agitan oscuramente en su interior. Lo mismo da que el artista pose la mirada en la epidermis de las cosas, atento a mostrar su aspecto exterior, o que se esfuerce por reflejar su alma, su ritmo interior, su pulsación secreta, o se entregue al desborde de una fantasía anárquica rayana en la orgía y el delirio. En todos los casos traduce estados vividos; apoya sobre lo real uno de sus pies.