El fortalecimiento de la comercialización trae aparejadas mejoras en los ingresos de los productores locales, de la economía popular (EP), la economía social solidaria (ESS) y la agricultura familiar (AF), al ampliar sus ventas. Esto sin dudas potencia un desarrollo “desde lo local”. Sin embargo, el horizonte de acción es “extraeconómico”, es decir no se reduce a la ampliación de los volúmenes comerciales del sector, sino que se busca promocionar la economía popular y social solidaria entre los consumidores locales, y de generar nuevas relaciones sociales que promuevan otra producción, otro consumo, otros intercambios, otra economía. Como sostiene Xavier Montagut (2007) “el comercio justo no puede ser una carrera lineal por la conquista de simples cuotas de mercado.
Su éxito o fracaso se ha de medir por su capacidad para introducir un punto de inflexión en la cultura de los consumidores”. En este sentido, la mirada se pone justamente en la promoción de un consumo responsable, crítico respecto a lo que se consume, reflexivo de las condiciones sociales y ambientales en las que se han producido esos bienes y servicios, el tipo de producción que sostiene, las relaciones de trabajo y de intercambio que promueve, y en general la promoción de un compre local y de proximidad, que favorezca los entramados comunitarios.
Se establece un eje también, en promover una organización de los y las consumidoras en nodos tanto para la gestión colectiva de las compras, como para la promoción de otra producción, otro consumo y otra economía. Su activación es clave ya que son actores relevantes que pueden generar lazos fuertes con los y las productoras, e involucrarse activamente respecto a qué-cómo y para qué se produce, debatir en conjunto cuáles son los precios justos, involucrarse en sistemas de garantías participativas, y participar de otras acciones dentro de los entramados territoriales para fortalecer conjuntamente las economías locales. La lógica, no es la maximización de la ganancia, sino el desarrollo de la comunidad.