En los últimos años existe la disposición para que el enfermo y el equipo de salud compartan la toma de decisiones terapéuticas. Históricamente, sin embargo, el profesional cuidaba del sujeto y decía qué hacer en el tratamiento. El paciente cumplía las órdenes médicas.
La forma tradicional de conducir la relación médico-enfermo (“paternalismo médico”) ha ido variando por la fuerza de grandes cambios sociales y por las modificaciones dentro de la propia Medicina de los últimos 30 años. Así hoy, en muchos países desarrollados, el profesional aporta sus conocimientos técnico-científicos además de su experiencia, en tanto el paciente aporta sus valores y sentimientos, intentando así discutir los riesgos y beneficios de las opciones terapéuticas.
Esta visión de la distribución de responsabilidades con un papel más activo del paciente, simplifica exageradamente quizás, la complejidad de los roles y contribuciones del enfermo y del equipo de salud cuando se toman decisiones terapéuticas concretas, particularmente en situaciones críticas en las que la autonomía, los derechos y la autodeterminación de un individuo capaz, parecen irracionales frente al ideal de la medicina (y la “racionalidad social”) de preservar la vida.
El clínico suele enfrentar a diario innumerables y conflictivas situaciones con su diabético, en las que las determinaciones que se toman afectan seriamente, en forma inmediata o a largo plazo, la vida del sujeto. En este trabajo se presenta el análisis bioético a partir de los escritos del fallo judicial, de una difícil contingencia conocida como “El caso Parodi”, en la que un diabético rechazó la amputación de su único miembro inferior con gangrena, porque consideró que sin piernas no valía la pena vivir.