Cuando el MERCOSUR cumplió sus 20 años se consideró que constituía un lapso suficiente para evaluar su marcha (iniciada en 1991 con la firma del Tratado de Asunción) y plantear los desafíos a futuro en el marco del dinámico escenario de los socios, la región y el mundo, por lo que constituía un reto insoslayable a encarar (Mellado, 2011).
Diez años después esa idea persiste, aunque adquiere otra envergadura frente a la incertidumbre que caracteriza el tiempo actual, tanto a nivel nacional, regional y global, como consecuencia de la dinámica vertiginosa con la que ocurren los cambios y por la emergencia del fenómeno disruptivo a escala global del COVID 19.
El MERCOSUR no escapa a los problemas que aquejan al regionalismo sudamericano, paralizando su marcha, poniéndolo en cuestionamiento, desinstitucionalizando el proceso y planteando desafíos de cara al futuro. De allí que se constituya en el eje central de análisis porque luego del éxito de los primeros años de su creación se fue sumiendo en las sombras de la irrelevancia como consecuencia de la acumulación de desaciertos que se pretenden identificar. De este modo, a partir de las problemáticas que sufre, se aportarán algunas ideas para encarar los retos que deberá enfrentar.