Los padecimientos ocasionados por la emergencia sanitaria profundizaron el efecto ambivalente de las tecnologías digitales. Así, el sello “ciudadanía digital” difundido en círculos tecnocráticos y académicos abarca y sintetiza estas dos caras: las mismas tecnologías que habilitan el desarrollo del comercio y del conocimiento pueden también alentar la rebelión social.
En principio resulta inevitable asociar la “ciudadanía digital” con numerosas posiciones filosóficas griegas y romanas que a la hora de ejercitar el pensamiento enseñaban a sobrevolar los territorios físicos donde anida el poder político.
Sin ir tan lejos, la CEPAL de nuestros días recurre a esta expresión para describir el uso masivo de Internet como herramienta de vinculación y socialización pero también como figura que refleja una creciente participación social, comunitaria y aún política mediante la utilización de los ámbitos virtuales.
Pero el apelativo es ambivalente porque debería imputársele no solo un sentido edificante sino también revulsivo, a la luz de masivas protestas desatadas en plena pandemia y respondiendo a convocatorias esparcidas por las redes virtuales. Para continuar con el léxico de la hora, diríamos: los dispositivos móviles “empoderan”. La cuestión a dilucidar sería entonces cómo habría de resolverse semejante superposición de manifestaciones encontradas aunque con similar respaldo tecnológico y en el escenario latinoamericano convulsionado por una pandemia.