En textos críticos de Eduardo Subirats publicados en las décadas del 80 y 90 (Figuras de la conciencia desdichada, Metamorfosis de la cultura moderna, Después de la lluvia, América o la memoria histórica y El continente vacío, la enunciación dramática delinea la figura de un ensayista cuya marginalidad (y soledad) se revela la condición necesaria para ejercer el trabajo crítico. Esa imagen del ensayista corresponde a su concepción de lo que debe ser el papel del intelectual. A partir de esa identificación construida en la instancia enunciativa, Subirats se inserta en la tradición del ensayismo español y polemiza con las generaciones del 98, del 14, del medio siglo y con sus contemporáneos. El "tema de España", concebido como producción discursiva, constituye el relato desde el cual Subirats reconoce la legitimidad del ensayo como discurso del saber ejercido por la conciencia crítica y autónoma del intelectual. En el contexto del pensamiento de Subirats, asumir el ensayo significa cuestionar el sujeto construido por el racionalismo moderno que negó lo empírico, lo individual, do histórico y lo biográfico, con lo cual termina reafirmando su inserción en la tradición ibérica (Unamuno, Ferrater Mora, Lourenço) que defendió la validez del ensayo como "forma de pensar".