Lo que está pasando hoy en Yugoslavia es ilustrativo de los niveles de degradación a la que puede llegar el ser humano y del deterioro del sistema internacional.
Perseguir hasta su eliminación física a una raza o a una religión es un crimen contra la humanidad que debe avergonzar a todos los que pertenecen a la "civilización europea".
Como así también la respuesta decidida por los gobiernos de la O.T.A.N., al margen de los valores que dicen defender, constituye una demostración de la prepotencia con que actúan las principales potencias mundiales y del desprecio de éstas para con la Carta de las Naciones Unidas y para con millones de ciudadanos yugoslavos inocentes.
Ambas posturas, si bien pretenden justificarse en la defensa de derechos legítimos, ambas terminan sacrificando valores que se habían considerado definitivamente adquiridos, al menos, en lo que hacía a Europa; y ambas conductas reconocen un factor común: el fin justifica los medios.