Dentro de los contaminantes inorgánicos del agua, el flúor representa un riesgo para la salud humana dado que su ingesta a largo plazo puede provocar fluorosis dental, fluorosis esquelética e incluso carcinogénesis de tejidos y órganos (Xiao et al., 2022). La Organización Mundial de la Salud y el Código Alimentario Argentino (CAA, 2007) fijan para el agua de consumo humano un valor de referencia para el fluoruro (F-) de 1,5 mg/L para la exposición a largo plazo. Algunos estudios indican que las regiones que tienen contaminación por F- en las aguas subterráneas se caracterizan por la presencia de rocas de basamento cristalinas o lechos rocosos volcánicos donde la disolución de minerales que contienen flúor es favorecida por condiciones climáticas áridas/semiáridas (Kim y Jeong, 2005; Macdonald et al., 2011). Cuando la interacción agua – roca produce la liberación en solución de altas concentraciones de F-, se habla de contaminación geogénica, siendo ésta, una de las principales causas del deterioro de la calidad del agua por excesos de F- en muchas regiones del mundo (Ali et al., 2016; Malago et al., 2017).