La escritura ha sido una actividad no tan abarcada por la escuela tradicional -al menos no de forma creativa-. Existe una escritura que nos enseñan desde pequeñxs, donde aprendemos las reglas establecidas de cómo escribir un informe, una monografía o un resumen. Parece que la creatividad o la imaginación pasaran a un segundo plano. La producción de cada unx de lxs estudiantxs no debería ser una actividad relegada, sino presente de manera activa en todos los programas de Literatura o Prácticas del Lenguaje.
Se pensó durante mucho tiempo que lo primordial era que lxs alumnxs entendieran las reglas gramaticales antes de que pudieran crear sus propios textos. Existe la exigencia de entender -por ejemplo- las estructuras verbales y no tanto alimentar la creatividad de lxs estudiantxs desde la escritura. Habría que pensar en qué se basan estas reglas que parecieran imposibles de trascender y para lxs docentes de Lengua y literatura resulta una problemática repensar.
La escuela y -por ende- las asignaturas obligatorias de cada programa escolar terminan siendo rectoras de un sistema normalizador donde se establece lo que está bien y lo que no. Las formas de comportarse de lxs ciudadanxs, la conectividad, las redes sociales y la cuasi desaparición de la escritura en papel han cambiado las reglas del juego en la enseñanza de la escritura.