El trasplante intestinal (TI) es una opción en casos de insuficiencia intestinal y fallos en la nutrición parenteral total, siendo el rechazo del injerto la principal complicación, con alta morbimortalidad. Comprender mejor los mecanismos de alorreactividad es clave para desarrollar estrategias de inmunosupresión (IS) de mantenimiento efectivas y de baja dosis. En clínica, el tacrolimus se utiliza como IS, aunque eficaz en el control del rechazo, se asocia a nefrotoxicidad, infecciones oportunistas y neoplasias.En este estudio, realizamos TI alogénicos heterotópicos (donantes Sprague Dawley y receptores Wistar) en dos grupos: sin IS (n-IS, n=5) y con tacrolimus 0,6 mg/kg/día vía subcutánea por 7 días (TAC, n=10). Se tomaron muestras del injerto a los días 4, 7 y 10 postoperatorios (POD) en el grupo n-IS, y a los días 7, 14 y 21 POD en el grupo TAC. La evaluación del rechazo celular agudo se basó en el Score de Wu, y el recuento de eosinófilos en el injerto mediante tinción con Rojo Congo. La expresión génica de IL-13, marcador de infiltrado eosinofílico, se analizó mediante qPCR.Los animales sin IS presentaron un rechazo moderado-severo entre los días 7 y 10 postrasplante, mientras que en el grupo TAC este rechazo alcanzó niveles severos al día 21, sugiriendo que tacrolimus retrasa la progresión del rechazo en al menos una semana. En el grupo TAC, el rechazo mostró una correlación positiva significativa (p=0.0007) con el recuento de eosinófilos, evidenciando un incremento del infiltrado eosinofílico en injertos a medida que avanza el rechazo. En el grupo n-IS no se observó correlación entre la severidad del rechazo y el número de eosinófilos (p=0.1579).La expresión de IL-13 fue significativamente mayor en injertos TAC al día 21, comparado con injertos n-IS al día 10 (Kruskal Wallis p=0.0018, 8.038 ± 2.528 vs 1.059 ± 0.293, media±SEM), sugiriendo una respuesta Th2 predominante. Nuestros hallazgos sugieren que Tacrolimus retrasa la cinética del rechazo agudo y promueve un infiltrado eosinofílico. Profundizar en los mecanismos celulares del rechazo podría ayudar a optimizar terapias inmunomoduladoras, reduciendo así las dosis de inmunosupresores y sus efectos adversos.