El dolor no debería tipificarse en términos de justo o injusto, merecido o inmerecido, sino a partir de las siguientes preguntas: ¿es un argumento en contra o a favor de la vida?, ¿la afirma o la niega? En un libro publicado en 1981, el criminólogo noruego Nils Christie observaba y denunciaba que el Estado, tal como utiliza al dolor, sólo logra convertirlo en un trance siniestro. Es importante realizar una acotación: parece haber en Christie dos tipos de dolor, o dos modos diferentes de habitar el dolor. El primero virtuoso, que les permite a las personas expandir sus potencialidades y darles cierta exuberancia a los procesos de subjetivación. Ahora bien, sobre el que vamos a concentrarnos en esta compilación es el segundo modo de habitar el dolor, el que inculpa a la vida, el que empuña el Estado, es lo que el mismo autor define como castigo. El verdadero límite que debemos exigir no tiene que ver principalmente con el dolor, sino con el castigo, o lo que es igual, aquí está claro que de lo que hablamos es del castigo; del sufrimiento intencional. Esto último es lo que propugnamos al referirnos a los nuevos límites del dolor, por eso el título de la presente obra.