¿Qué puede aportar la formación docente a quienes ya están enseñando en las aulas de la Facultad de Ingeniería? Es ésta una de las preguntas centrales que interpela a quienes integramos el Área Pedagógica ante la posibilidad de construir cada nueva propuesta de capacitación.
Se trata sin dudas de una pregunta a la cual no hemos encontrado una respuesta unívoca en todas las épocas y contextos, y que depende, en parte, de la decisión de ofrecer una experiencia de formación diversificada (por intereses, por área de conocimiento, por carreras, por tramos curriculares, entre otros criterios), o que -aún sin descuidar la existencia de lo diverso-, se enfoque en aquellas cuestiones comunes a todos los docentes.
En efecto, quienes enseñan en nuestras cátedras provienen de distintas áreas disciplinares, y muchas veces han sido formados en otras Facultades e instituciones; eligieron la docencia por motivos diferentes, y se han acercado a ella también a partir de diversos recorridos, participado en espacios de formación más o menos formalizados, siendo portadores de trayectorias académicas y profesionales variadas. Sin embargo, entendemos que hay cuestiones comunes a todos ellos, vinculadas al ejercicio de la docencia universitaria.
En este sentido podemos sostener que si hay algo común que nos define como docentes, es la enseñanza. Tarea que no sólo tiene consecuencias sobre la vida de las personas, sino también sobre el devenir de las sociedades y el destino de las naciones, en tanto contribuye a formar un tipo de hombre y un tipo de sociedad.
Al enseñar nos posicionamos, consciente o inconscientemente, en una manera de entender la sociedad y las funciones de la educación. Esto significa que trasmitimos mucho más que saberes (científicos, académicos), y que al hacerlo habilitamos u obturamos la posibilidad de que más estudiantes aprendan más y mejor.
Desde el Área Pedagógica creemos que la posibilidad de mejorar nuestras prácticas docentes tiene como condición develar, explicitar, los modos en que interpretamos, leemos, la realidad en los actos cotidianos. Esto es, en otros términos, que no es posible mejorar los procesos educativos sin problematizar la docencia universitaria.
Una tarea necesaria y común a todos los que enseñamos, y que lo hacemos con una población estudiantil cada vez más numerosa y diversa que ejerce su derecho universal a la educación.