La nomenclatura biológica se encarga de dar nombres a los taxones y sirve como un lenguaje para comunicar información sobre los nombres de los organismos (Schuh y Brower, 2009). Su objetivo es asegurar que el nombre de cada taxón sea único, universal y estable siguiendo un conjunto de reglas que se encuentran establecidas en códigos internacionales de nomenclatura. De este modo, cada taxón puede reconocerse en todo el mundo por su nombre científico, el cual funciona como una etiqueta que permite su reconocimiento inequívocamente (Dubois, 2005).
Carlos Linneo, botánico y zoólogo sueco, es considerado el padre de la nomenclatura y es quien propuso, hace más de 250 años, un método para nominar a las especies: la nomenclatura binominal. Posteriormente, se adicionaron nuevas reglas para dar nombre a los taxones, fijar sus tipos y manejar los conflictos nomenclaturales que pudieran surgir. Dichas reglas, junto con sus modificaciones y adiciones, son las que hoy conforman los Códigos Internacionales de Nomenclatura (Godfray, 2002).