Ante nuestros ojos se realiza plenamente hoy, bajo el nombre de mundialización, un proceso del cual nadie evaluaba ni la amplitud ni las consecuencias en los siglos XV y XVI que marcaron su comienzo, pero que estaba por entero contenido en los principios científicos, técnicos e ideológicos que animaban a los actores de los albores de la modernidad.
Cinco siglos y medio más tarde podemos, incluso debemos, releer esta evolución que no fue necesariamente un progreso como muchos esperaban, e incitar al debate sobre las condiciones en las cuales nos introducimos en un nuevo ciclo que tendrá esta vez por principio no solamente la economía-mundo sino también la cultura-mundo.