El trabajo se abre con una interrogante que, a la manera de las preguntas clásicas, propone el inicio de una reflexión: ¿qué es un libro antiguo? En la actualidad, la cuestión de la definición se ha vuelto un tema político y cultural capital para valorizar los fondos documentales de las bibliotecas en América Latina. Al problematizar desde el plano bibliotecológico la delimitación ortodoxa —que propone considerar solo aquellos libros impresos entre 1500 y 1801—, el autor subraya la ambivalencia de “lo antiguo” en el cruce de las diversas facetas que contribuyen en la construcción de su significado, como la variedad de sintagmas que lo aprisionan o el decisivo anclaje geográfico y temporal de su manufacturación. Complejizar la noción de libro antiguo es, entonces, soltarla de las ataduras europeizantes para volver a mirar nuestros patrimonios impresos de una manera diferente.