La obra de Plack retoma estos debates a partir de un estudio centrado en el departamento del Gard, al sur de Francia. El primer capítulo describe las características de la producción agraria en el Gard, mientras que el resto del libro se centra en el tema de los comunales, adoptando un criterio cronológico para ordenar la exposición. La autora comienza su relato en 1789, y los capítulos se suceden siguiendo la periodización clásica de la Revolución: Revolución moderada, Revolución jacobina, reacción thermidoreana, e imperio. Finalmente, el último capítulo analiza las consecuencias de las transformaciones de las tierras comunales más allá del Imperio, a lo largo del siglo XIX. El trabajo de Plack, si bien se adentra en el siglo XIX, dedica una parte significativa a la Revolución. En términos materiales, la historiografía reciente le ha reservado un espacio importante al período revolucionario. Sin embargo, paradójicamente, el espacio otorgado a la Revolución ha sido abocado a minimizar su importancia en la problemática, haciendo énfasis en cambio en el largo plazo. De este modo, se han minimizado los efectos económicos que pudiese haber tenido la ley de división de comunales de 1793 (y las luchas que la precedieron y sucedieron), que habilitaba a las comunidades a dividir sus tierras comunes.