Guía el presente texto una firme creencia en la capacidad heurística y explicativa del proyecto científico moderno. Es decir: en la fertilidad del matrimonio entre la razón y la observación para engendrar conocimientos válidos y provisionalmente verdaderos que en última instancia, evolutivamente, devienen en saberes útiles a la especie. Luego el inicio en estas disciplinas no puede ser otro que el ejercicio de la razón científica que determina causalidades y la observación que percibe probabilidades. Causalidad y probabilidad no clausuran el problema de la incertidumbre del conocimiento sino que ponen los siempre nuevos límites del llamado contexto de incertidumbre cognitiva. El desafío de la iniciación está en cómo mostrar los lineamientos de la actividad científica sin ahogar el fuego de la duda de la razón y la incertidumbre de la empiria. En fin: cómo construir un conocimiento verdadero sin caer en el dogmatismo de modelos teóricos paspartout y de recetarios metodológicos.
En contra de este objetivo tenemos toda una literatura inspirada en alguna de las formas de constructivismo, que aboga por un relativismo ciego a los determinismos histórico-materiales sobre los que se sustenta la acción social de los individuos. Si esto no fuera más que una pose o moda académica, no merecería nuestra atención. Pero es una línea de conducta, una pretendida ética del conocimiento que -cuando niega los inevitables determinismos o pretende superarlos con su voluntad política-, deja al hombre de a pie sin los los saberes mínimos y necesarios para su vida social.