En un tiempo en que el problema del mal en el mundo era asunto de intenso debate filosófico los pormenores de las diversas soluciones ofrecidas no carecían de consecuencias políticas y éticas. La necesidad de una respuesta razonada ante la dificultad de conciliar el hecho obvio de un mundo lleno de injusticia y sufrimiento con la creencia innegociable de que el mundo fue creado por un autor perfecto ocupó a los principales filósofos del siglo XVII. Así, no sólo fue necesario reconsiderar la naturaleza divina en consonancia con la nueva visión del mundo surgida con la revolución científica, también las cuestiones relativas a la naturaleza humana, la libertad o la racionalidad sufrieron una profunda transformación.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)