Según Joan Scott (1990) el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las distinciones entre los sexos. Esto implica que las diferencias de orden anatómico-fisiológico están acompañadas de significados social y culturalmente construidos en torno de lo que es ser mujer o varón. Las diferencias sexuales están además atravesadas por relaciones de poder, que le confieren a todo aquello considerado masculino una preponderancia o jerarquía superior respecto de lo femenino. Existe un arsenal de doctrinas normativas en torno de estas cuestiones, que se actualizan en las diversas instituciones de la vida social, entre ellas, la escolar. Allí, las experiencias de habitar en un cuerpo de mujer adquieren especificidad, dando lugar a procesos de subjetivación y socialización también específicos. Al mismo tiempo, las posibilidades de lograr el éxito en los estudios, asociadas a una serie de obstáculos y oportunidades disponibles para distintos grupos de estudiantes, son también desiguales.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)