La neutralidad, objetividad e independencia de la que las ciencias, y, entre ellas, la psicología, han venido haciendo gala, ha ido quedando paulatinamente en cuestión.
En este sentido cabe recordar, que la construcción del conocimiento es una práctica social y, como tal, la investigación conlleva valores e ideología, y ha sido producida socialmente por grupos específicos para fines igualmente específicos, de modo que ese origen marca cómo será su desarrollo (Durán, 1982). Esto, obviamente, no implica que en este proceso que se deban tolerar preferencias subjetivas individuales, si no que la objetividad se logrará a partir de la evidencia, pero también a partir de la crítica social a la que todo producto de investigación está sometido (Pérez Sedeño, 2002).
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)